2 de abril de 2008

La Folie du Docteur Tube (Abel Gance 1915)


Stultifera Nauis


Pese a que cualquier intento de impermeabilización de la psique acaba irremediablemente en mero travestismo cognitivo, la apología de la neurosis parece no encontrar ya cabida en una teoría de la interpretación fílmica moderna.

No esperemos de La Folie du Docteur Tube, pues, ningún lunatismo mesiánico. Esa sabiduría inoportuna, tan del gusto del erasmismo, se convierte en manos de Abel Gance en una celebración de la extrañeza, una simpatheia cómica poseída, en último término, por una fe científica que convierte a los iluminados en enfermos.

Así, de manos de uno de los maestros indiscutibles de la realización cinematográfica, la cámara se afila transformándose en una suerte de bisturí mecánico.

La demencia, antes Sibila délfica, se fundamenta ahora en la propia objetivación psiquiátrica de sus efectos (este filme es, quizá, uno de los primeros ejemplos de anamorfosis óptica) mientras que el loco, encerrado en la jaula de sus adentros, pide a gritos la extracción de su propia piedra de la locura.

M.V.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Amigo Manuel, hoy hasta la locura aparece disecada en un muestrario de silencio mineral y silente. Me temo.

ELCE dijo...

Antonio Machado

UN LOCO

Es una tarde mustia y desabrida
de un otoño sin frutos,en la tierra
estéril y raída
donde la sombra de un centauro yerra.
Por un camino en la árida llanura,
entre álamos marchitos,
a solas con su sombra y su locura
va el loco, hablando a gritos.
Lejos se ven sombríos estepares,
colinas con malezas y cambrones,
y ruinas de viejos encinares,
coronando los agrios serrijones.
El loco vocifera
a solas con su sombra y su quimera.
Es horrible y grotesta su figura;
flaco, sucio, maltrecho y mal rapado,
ojos de calentura
iluminan su rostro demacrado.
Huye de la ciudad... Pobres maldades,
misérrimas virtudes y quehaceres
de chulos aburridos, y ruindades
de ociosos mercaderes.
Por los campos de Dios el loco avanza.
Tras la tierra esquelética y sequiza
—rojo de herrumbre y pardo de ceniza—
hay un sueño de lirio en lontananza.
Huye de la ciudad. ¡El tedio urbano!
—¡carne triste y espíritu villano!—.
No fue por una trágica amargura
esta alma errante desgajada y rota;
purga un pecado ajeno: la cordura,
la terrible cordura del idiota.