JACO
Recuerdo mis primeros pasos por Madrid, pasos de “paleto provinciano”, tan asombrado como satisfecho de haber dejado atrás el sirimiri, la boina (que nunca usé) y una identidad fragmentada, consecuencia de las actividades comerciales de mi familia en una pequeña ciudad como Bilbao.
Como explican los psicólogos, la identidad nace en una incierta “fase del espejo” (ver Jacques Lacan) y se va asentando mediante los precipitados de la imagen de uno mismo que los demás te devuelven. Todos tenemos una cierta experiencia, supongo, de notar como una nueva pareja nos devuelve una imagen diferente de nosotros mismos. Pues una nueva ciudad también produce este efecto.
Yo necesitaba a toda costa “fabricarme” una nueva identidad de músico embrionario. Debía de tener prisa por consolidar el efecto especular en los demás para que me devolvieran el personaje fantaseado y velar mi identidad pasada, pues el instrumento que elegí para matricularme en el conservatorio fue el CONTRABAJO.
Llegaba tarde al aprendizaje musical y la idea era alternar el estudio de la flauta travesera (yo quería ser como Ian Anderson, el flautista de Jethro Tull) con otro instrumento de carácter más subalterno,... bueno ya lo he dicho y que San Jaco, mártir de la sinrazón, me perdone. Eso me permitiría encontrar trabajo antes.
Tras cierto número de pensiones y pisos de acogida (familia y amigos de), aunque la imagen especular desde luego que era contundente (el contrabajo encima de la vaca de un taxi con sus pulpos y tal), hubo que sacrificar el plus de identidad musical que ese bello instrumento proporcionaba. Un instrumento heroico no sólo por su tamaño y sus servidumbres de todo tipo sino además y sobretodo por su papel de sostén armónico y rítmico para el lucimiento de otros: los solistas.
Quizá Jaco sufrió un enamoramiento repentino, como el personaje de una película de Fellini (creo que “La Orquesta”), que confiesa: “La vi tan sola en una esquina del conservatorio que inmediatamente quedé prendado del instrumento, identificado con él”. Era una tuba: el contrabajo de viento. Lo que Jaco fue es un héroe del bajo eléctrico en el último cuarto del siglo XX. Comenzó a tocarlo cuando se rompió la muñeca, lo que le impidió ser batería como su padre
Junto a Wayne Shorter (Saxo y flauta) y Joe Zawinul (teclados y arreglos), constituyó el núcleo central del mítico grupo Weather Report , adalides de la fusión entre el Jazz y lo que más tarde se llamaría música étnica. Discos como “Heavy weather” y “Black Marquet”, han quedado como clásicos de este tipo de tendencia, aderezada con un poco de rock. Era Jaco un tipo carismático y consciente de su valía y esfuerzo creativo. La técnica instrumental para el bajo eléctrico ya no será igual tras su paso por este mundo. Con él comenzamos a ver los mástiles limpios de trastes, lo que añadió al sonido redondez y a la ejecución elasticidad; su afinación era milimétrica y su desparpajo infinito, su audacia armónica sólo era superada por la velocidad endiablada de sus escalas e improvisaciones y su lirismo intenso y profundo era conmovedor, más consiguiéndolo con “un cacho palo” con cuatro cuerdas gordas como los dedos de un niño.
Su estilo hizo confluir en él el bebop, el rock, el reggae, el R&B y hasta el contrapunto barroco tardío de influencia bachiana. Pues bien este genio (y además era muy guapo) fue trágicamente asesinado por el portero de un club de Jazz (????????),a los 35 años, el Midnight Bottle Club (vaya nombrecito siniestro) que le impidió la entrada, cosa que Jaco consideró insólita para un monstruo de las cuatro cuerdas como él, portador de un temperamento explosivo y un ego salvaje y desmesurado. Pecaron ambos músico y portero de “Hybris”. El gorila le golpeó con cruel insistencia, dejándole ensangrentado en la acera frente al local y en un estado de coma del que ya no regresó.
Por fin alcanzó el nirvana que la fama mundial no le proporcionó y la paz que su espíritu maniaco-depresivo, bipolar dicen hoy, le impidió disfrutar. De todas estas cosas podéis enteraros mejor en el libro de Bill Milkovsk, publicado en Alba Editorial, con ISBN: 978-84-8428-344-7.
Aquí os dejo este chiste de músicos: - Oye, ¿Sabes en qué se parece un solo de contrabajo a la muerte?.
- Pues,... no.
- Pues en que todos lo ven venir pero nadie puede hacer nada por evitarlo.
Seguro que este chiste es anterior al paso de Pastorius por los alrededores del mundo del Jazz. Buscad a Jaco en http://www.youtube.com/ y no habréis perdido el tiempo; os lo aseguro. No os creáis el chiste. KAÑA MITONDO.
FV
Recuerdo mis primeros pasos por Madrid, pasos de “paleto provinciano”, tan asombrado como satisfecho de haber dejado atrás el sirimiri, la boina (que nunca usé) y una identidad fragmentada, consecuencia de las actividades comerciales de mi familia en una pequeña ciudad como Bilbao.
Como explican los psicólogos, la identidad nace en una incierta “fase del espejo” (ver Jacques Lacan) y se va asentando mediante los precipitados de la imagen de uno mismo que los demás te devuelven. Todos tenemos una cierta experiencia, supongo, de notar como una nueva pareja nos devuelve una imagen diferente de nosotros mismos. Pues una nueva ciudad también produce este efecto.
Yo necesitaba a toda costa “fabricarme” una nueva identidad de músico embrionario. Debía de tener prisa por consolidar el efecto especular en los demás para que me devolvieran el personaje fantaseado y velar mi identidad pasada, pues el instrumento que elegí para matricularme en el conservatorio fue el CONTRABAJO.
Llegaba tarde al aprendizaje musical y la idea era alternar el estudio de la flauta travesera (yo quería ser como Ian Anderson, el flautista de Jethro Tull) con otro instrumento de carácter más subalterno,... bueno ya lo he dicho y que San Jaco, mártir de la sinrazón, me perdone. Eso me permitiría encontrar trabajo antes.
Tras cierto número de pensiones y pisos de acogida (familia y amigos de), aunque la imagen especular desde luego que era contundente (el contrabajo encima de la vaca de un taxi con sus pulpos y tal), hubo que sacrificar el plus de identidad musical que ese bello instrumento proporcionaba. Un instrumento heroico no sólo por su tamaño y sus servidumbres de todo tipo sino además y sobretodo por su papel de sostén armónico y rítmico para el lucimiento de otros: los solistas.
Quizá Jaco sufrió un enamoramiento repentino, como el personaje de una película de Fellini (creo que “La Orquesta”), que confiesa: “La vi tan sola en una esquina del conservatorio que inmediatamente quedé prendado del instrumento, identificado con él”. Era una tuba: el contrabajo de viento. Lo que Jaco fue es un héroe del bajo eléctrico en el último cuarto del siglo XX. Comenzó a tocarlo cuando se rompió la muñeca, lo que le impidió ser batería como su padre
Junto a Wayne Shorter (Saxo y flauta) y Joe Zawinul (teclados y arreglos), constituyó el núcleo central del mítico grupo Weather Report , adalides de la fusión entre el Jazz y lo que más tarde se llamaría música étnica. Discos como “Heavy weather” y “Black Marquet”, han quedado como clásicos de este tipo de tendencia, aderezada con un poco de rock. Era Jaco un tipo carismático y consciente de su valía y esfuerzo creativo. La técnica instrumental para el bajo eléctrico ya no será igual tras su paso por este mundo. Con él comenzamos a ver los mástiles limpios de trastes, lo que añadió al sonido redondez y a la ejecución elasticidad; su afinación era milimétrica y su desparpajo infinito, su audacia armónica sólo era superada por la velocidad endiablada de sus escalas e improvisaciones y su lirismo intenso y profundo era conmovedor, más consiguiéndolo con “un cacho palo” con cuatro cuerdas gordas como los dedos de un niño.
Su estilo hizo confluir en él el bebop, el rock, el reggae, el R&B y hasta el contrapunto barroco tardío de influencia bachiana. Pues bien este genio (y además era muy guapo) fue trágicamente asesinado por el portero de un club de Jazz (????????),a los 35 años, el Midnight Bottle Club (vaya nombrecito siniestro) que le impidió la entrada, cosa que Jaco consideró insólita para un monstruo de las cuatro cuerdas como él, portador de un temperamento explosivo y un ego salvaje y desmesurado. Pecaron ambos músico y portero de “Hybris”. El gorila le golpeó con cruel insistencia, dejándole ensangrentado en la acera frente al local y en un estado de coma del que ya no regresó.
Por fin alcanzó el nirvana que la fama mundial no le proporcionó y la paz que su espíritu maniaco-depresivo, bipolar dicen hoy, le impidió disfrutar. De todas estas cosas podéis enteraros mejor en el libro de Bill Milkovsk, publicado en Alba Editorial, con ISBN: 978-84-8428-344-7.
Aquí os dejo este chiste de músicos: - Oye, ¿Sabes en qué se parece un solo de contrabajo a la muerte?.
- Pues,... no.
- Pues en que todos lo ven venir pero nadie puede hacer nada por evitarlo.
Seguro que este chiste es anterior al paso de Pastorius por los alrededores del mundo del Jazz. Buscad a Jaco en http://www.youtube.com/ y no habréis perdido el tiempo; os lo aseguro. No os creáis el chiste. KAÑA MITONDO.
FV
2 comentarios:
En tu tanda, Mitondo, sigue dándonos Kaña.
Me están llenando muchísimos sus entradas semanales. Muchas gracias por presentarme a estos personajes tan interesantes.
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