18 de junio de 2008

TERGIVÉRSATE conmigo.

CONSOLACIÓN Y DESCONSUELO

Con la serenidad con que no duele
la desaparición de cualquier rosa,
porque sabemos que otra rosa incólume,
una idéntica rosa sin pecado,
la sustituye al acabar el día,
y porque el orgulloso pensamiento
mantiene preservada en una idea
la rosa perdurable que no muere,
con ese mismo aplomo deberíamos
resignarnos audaces al futuro.

No sería infundado hallar consuelo
en la rueda del ser, que no descansa,
con la seguridad de que ya fuimos
en quienes fueron antes que nosotros,
y con la fe de estar bajo el conjuro
de quienes estarán en otra parte.
No es una insensatez ensimismarnos
para domesticar nuestros temores,
y en la contemplación, fortalecidos,
salirnos de nosotros mansamente.

Igual que no alcanzamos a sufrir
por la fatalidad del primer hombre,
deberíamos vernos a distancia,
disueltos en un tiempo a la deriva,
marchitos como el caso de la rosa,
y no dolernos ya de la fortuna.

Pero por más que busque el pensamiento
darnos consolación con espejismos,
el pensamiento es quien nos desconsuela.
Si la rosa pensara, lloraría
la suerte de saber que es una rosa.
Si nuestra inteligencia fuese justa,
se compadecería en los extraños
que han sido y que serán, como quien pierde
durante la batalla a su gemelo.

Si observamos con alma equitativa,
con humilde prudencia redentora,
todo es irrepetible en su infortunio,
no hay nada que no tenga intimidad,
no hay nada que merezca su destino,
ni nada que nos libre de este peso:
saber que somos los inconsolables.

Metales pesados (2001), Carlos Marzal.


Para JF y MV,
dice Félix Grande
"en el amor no existe
lo verdadero sin lo irreparable."

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Brillante y veraz a la par.