26 de mayo de 2008

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De cinco veces tres al abrir los ojos, entrelazado con la penumbra de mi habitación, veo a un hombre de espaldas sentado sobre un taburete de madera. Es elegante (la oscuridad otorga también ciertos lujos), de pelo corto, canoso, y con el cuello absorbido por una camisa blanca. Parece que rezara en la inactividad de mi sueño. Me gustaría gritarle que se marchara, exigirle que abandonara para siempre un espacio que me pertenece, que es mío porque es parte del tiempo de mis pesadillas. Pero el pudor me lo impide, el compromiso de un pacto.
Dos de cada cinco veces que descanso sobre mi taburete de madera, reflexionando a oscuras en esa habitación que usurpo con cierta frecuencia, presiento que alguien despierta detrás de mí, abre los ojos lentamente y sueña con el deseo de expulsarme de su propio espacio, el lugar donde se comparten los anhelos.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Un caso más para Oliver Sacks, amigo JC. Un lujo, en todo caso.