La imagen parece velada, como si el tiempo hubiera ido depositando pacientemente una pátina pudorosa, o puede que sea la gasa que se va enquistando en nuestra memoria sentimental, pero aún así, con esa realidad desfocada, podemos adivinar a las primeras de cambio quién fue el ganador de aquel mítico combate dialéctico. De un lado, la arrogancia de la juventud, la sonrisa frontal, el rostro impoluto de quien mira a su oponente como un fugaz accidente, con una cierta condescendencia, con esa gentileza bostoniana de quien sabe que la fruta ha madurado y ha llegado el momento de hincar el diente; del otro, el perfil sombrío de un homínido que regresa al pasado.
29 de febrero de 2008
La sonrisa frontal
La imagen parece velada, como si el tiempo hubiera ido depositando pacientemente una pátina pudorosa, o puede que sea la gasa que se va enquistando en nuestra memoria sentimental, pero aún así, con esa realidad desfocada, podemos adivinar a las primeras de cambio quién fue el ganador de aquel mítico combate dialéctico. De un lado, la arrogancia de la juventud, la sonrisa frontal, el rostro impoluto de quien mira a su oponente como un fugaz accidente, con una cierta condescendencia, con esa gentileza bostoniana de quien sabe que la fruta ha madurado y ha llegado el momento de hincar el diente; del otro, el perfil sombrío de un homínido que regresa al pasado.
Publicado por ELCE en 18:50
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