18 de febrero de 2008

FOGWILL, LA CARA OCULTA DE BORGES


Si Borges era un snob, un decidido abstemio y un retórico irredento, Fogwill, sin embargo, es un escritor promiscuo, un desmañado y delicioso estilista y, tal vez, siempre que nos sean permitidas las aseveraciones sinceras, el más osado de entre los narradores actuales que incorporan el universo poliédrico de las drogas en su obra. La historia de la literatura nos permite juzgar a personalidades tan divergentes como estas dos (juegos especulares, cóncavos o convexos, da lo mismo) casi siempre por una mera cuestión de azar, aunque en otras muchas ocasiones (como la que nos ocupa) por causa de una virtualidad que se convierte en contingente y en poco menos que imprescindible. Desde hace un buen rato estoy hablando de Help a él, una nouvelle o novela corta escrita por Fogwill en 1982, publicada por Periférica (una editorial cacereña de bastante empeño y excelentes resultados) en ese año de 2007 que apenas hemos dejado atrás. A simple vista el título de Help a él se nos presenta como un anagrama de El aleph de Borges, uno de sus más afamados relatos, en el que se narra el descubrimiento de un objeto misterioso que suponía al mismo tiempo todos los lugares posibles del universo, un algo indefinido que parecía englobar lo absoluto sin ser nada en concreto. El aleph de Borges otorgaba la posibilidad de soñar con mundos paralelos, de tiritar de miedo con sus perspectivas inciertas o de sentirse el ser más privilegiado sobre la panorámica de la tierra si se poseía el don de contemplarlo. Para Fogwill, en cambio, el aleph de su novela es un hongo alucinógeno que ingiere el narrador protagonista para que al instante resucite la mujer que acaba de morir (Vera Ortiz Beti, la Beatriz Viterbo del cuento borgiano, otro anagrama), su mejor amiga y antigua amante que se vuelve a corporeizar para él (después de la ingesta, claro) y con la que mantiene relaciones dialécticas y, sobre todo, sexuales. Help a él es una parodia, por supuesto, pero es una parodia que no pretende ridiculizar su referente, sino marginalizarlo; trata de aportar una visión distinta de la que nos dio Borges antes de que decidiéramos proclamarle unánimemente genio, dando la espalda sin remisión al maestro auténtico que fue H.C.Wells. En definitiva, lo que nos vamos a encontrar en el interior de la novela de Fogwill es una paranoia, un juego literario, un par de excitantes escenas eróticas (lo del dildo empleado analmente merece estar por méritos propios en todas las antologías literarias contemporáneas) y la historia de un ente fantasmal que se hace tangible en el meollo de un espacio que tiene mucho de caótico porque, no obstante, Fogwill está hablando de la Argentina de principios de los años 80, esa que vivió con penuria y suficiente dolor la guerra de las Malvinas. A Fogwill se le ha venido considerando el Bukowski de la Argentina, un maldito, y me alegro de verdad de que Help a él sea uno de los finalistas del premio Cálamo al mejor libro editado del año, aún sin fallo. JC.

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